Juan Manuel Santana Pérez
En primer lugar, quiero felicitar al CEPA San Cristóbal por esta iniciativa que da vida a esta nueva publicación Malatinta. Dado que es una publicación digital, sin duda la literalidad de su título no afectará al propósito de la revista que es difundir y hablar sobre los objetivos y experiencias en la Educación de Adultos. Y es que cualquier formato en que se hable de Educación, de sus experiencias y de cómo mejorarla cada día ha de ser necesariamente bien recibido.
La Educación, además de un derecho, ha de ser un valor de las sociedades compartido por todos sus integrantes para el desarrollo personal de cada uno de ellos y de la sociedad en su conjunto. Sin embargo, no siempre ha sido así, nuestra Comunidad Autónoma no alcanza parámetros propios de regiones desarrolladas hasta finales del siglo pasado, cuestión que lógicamente está interrelacionada con la Educación.
Podemos afirmar que, en general, Canarias ha sido deficitaria en enseñanza hasta llegar a ese último periodo del siglo XX. Hemos carecido de algunos de los elementos fundamentales que determinan unos mínimos para poder hablar de una educación óptima y aún más allá de una educación de calidad.
Nuestro sistema educativo adolecía de elementos básicos como la ausencia de una red de centros suficientes para todo el territorio insular, lo que dificultaba el acceso a la educación, y un número escaso de profesores, lo que suponía una ratio considerable, además de la ausencia de servicios complementarios como transporte y comedor. Otros elementos añadidos como la situación geopolítica derivada del aislamiento de las islas (lo que complicaba una oferta formativa adecuada en todo el territorio) y una administración estatal centralizada en exceso, lejana a las demandas y problemas escolares; el desarrollo económico basado en el sector primario (agricultura y pesca) con pocas demandas de trabajadores con formación superior y un incipiente desarrollo turístico a partir de finales de los años sesenta del pasado siglo que demandó gran cantidad de trabajadores no cualificado, las crisis y la emigración, etc Todo este marco supuso un importante hándicap para el desarrollo económico, social, cultural y educativo de las islas.
A modo de ejemplo, todavía en el año 1981 un 8,3% de la población canaria era analfabeta y un 28% analfabeta funcional, disponiendo una gran mayoría de canarios sólo disponían de estudios primarios incompletos.
Con el panorama descrito es fácil suponer las carencias formativas de parte considerable de nuestra población adulta a finales del siglo pasado, sobre todo aquellas personas que nacieron antes de los años sesenta. Afortunadamente, la importancia de la Educación fue creciendo como valor en la sociedad, ya la Ley General de Educación de 1970 (Villar Palasí) supuso un cambio de modelo relevante, pero es fundamentalmente después del cambio político de 1978, que conllevó la transferencia a las Comunidades Autónomas de la gestión del sistema educativo y la entrada en vigor de la LODE y la LOGSE, cuando se cimientan las bases del actual sistema.
La Educación es un derecho fundamental de los ciudadanos, al que han de acceder en condiciones de igualdad ya que facilita su desarrollo personal e intelectual y permite su mejor integración en la sociedad, además de una mejor inserción laboral. Precisamente, el posibilitar que cualquier ciudadano pueda ejercer ese derecho, es tarea de las Administraciones Educativas, entre cuyos objetivos ha de estar evitar desigualdades que condicionen ese desarrollo. Pero también es responsabilidad de cada uno de los ciudadanos esforzarse en conseguir el mayor nivel educativo posible, bien por su propio interés y bienestar, como por el compromiso con el resto de los ciudadanos a la hora de aprovechar los recursos que entre todos nos hemos facilitado.
La Educación de Personas Adultas ha tenido un importante cometido en Canarias. En el marco expuesto ha sido necesario contar con una tipología de educación que posibilitase la puesta a disposición de la ciudadanía de una estructura educativa que diese respuesta a ese alto porcentaje de canarios con déficits formativos. Canarios que no tuvieron la oportunidad de formarse adecuadamente por incorporarse tempranamente al mundo laboral, bien por necesidades económicas o por la posibilidad de desempeñar algún trabajo sin necesidad de formación especializada en el sector primario o servicios, los que decidieron abandonar los estudios ante sucesivos fracasos por falta de motivación o, el caso de aquellas mujeres que fueron esposas y madres desde muy jóvenes.
Ha sido una tarea ingente la de aquellas instituciones dedicadas a ello. En el ámbito público son fundamentalmente los CEPA (centros de educación de personas adultas) los que han llevado el peso de esta formación, complementados por los antiguos Institutos de Bachillerato a Distancia (hoy CEAD), e iniciativas de otras instituciones públicas más destinadas a educación informal o no formal. También centros de iniciativa privada o concertados han participado de este modelo, destacando sobre todo la labor de Radio Ecca en un momento en que los centros de titularidad pública no tenían la dispersión que a lo largo del territorio canario tienen hoy en día.
Voy a centrarme en la actividad de los CEPA. Inicialmente la formación de adultos iba destinada precisamente a conseguir que el alumnado que a ella accedía adquiriese una formación básica (incluida la alfabetización), en muchos casos de carácter compensatorio, que le permitiese acceder a un título inicial en el sistema educativo, habiendo una oferta también de formación para la adquisición de otras titulaciones superiores del sistema educativo en función de la tipología de los centros y otra formación no reglada que servía en muchos casos para atraer a nuevo alumnado a los centros.
Las características de los alumnos de los CEPA han ido cambiando conforme el paso del tiempo adaptándose a las circunstancias actuales, la generalización de la Educación obligatoria y el aumento de la edad de la misma hasta los 16 años hace que el perfil del alumnado actual esté más relacionado con la búsqueda de segundas oportunidades en el sistema para conseguir determinadas titulaciones o de formación ad-hoc que pueda complementar sus competencias y facilitar su acceso a otra formación (pasarelas) o al mundo laboral.
A su vez, la oferta de enseñanzas se ha ido modificando en función de los cambios en la legislación educativa y las nuevas titulaciones que pueden conseguirse. Así se ha incorporado la enseñanza de idiomas, informática y de otras competencias específicas a través del aula mentor y formación orientada al empleo, bien para determinadas cualificaciones profesionales o incluso determinados ciclos de formación profesional a distancia.
También ha evolucionado la forma de llegar al alumnado. Ya no es sólo y fundamentalmente la enseñanza presencial y/o semipresencial la base de la educación de adultos, sino que el uso de las nuevas tecnologías ha permitido nuevas fórmulas de formación.
Así, hoy en día la educación de personas adultas tiene la finalidad de ofrecer a todos los mayores de dieciocho años y, excepcionalmente, los mayores de dieciséis años, la posibilidad de adquirir nuevos conocimientos y aptitudes o actualizar y completar los que ya poseen para su desarrollo personal y profesional.
Ya he citado que una de las características de esta Educación es ofrecer segundas oportunidades a aquellos que, por múltiples razones, abandonaron el sistema. La unión de los que abandonan el sistema educativo y no encuentran trabajo conforman el fenómeno llamado “ninis” (jóvenes que ni estudian ni trabajan) que en Canarias tiene gran trascendencia. Los 73.800 que se contabilizan en Canarias representan el 23% del total de jóvenes menores de 30 años de las Islas, lo que arroja el saldo, que dos de cada diez jóvenes en las Islas ni estudian ni trabajan.
Hasta no hace muchos años (2010) la tasa de abandono escolar en Canarias rondaba el 34%, hoy en día estamos en el 17% (cerca de la tasa establecida para España en el año 2020 que es del 15%). Ha contribuido a ello la crisis económica por la falta de oportunidades laborales, pero también medidas como una mayor oferta formativa (entre ellas las de adultos, además de formación profesional inicial y para el empleo, idiomas, etc..) y con mayor y mejor distribución por el territorio de las islas.
También todos aquellos ocupados que han visto perder su puesto de trabajo, o aquellos empleados que quieren mejorar y obtener empleos más cualificados, han demandado nueva formación que les permita disponer de nuevos títulos educativos y más competencias acreditadas y, ser por ello, más competitivos desde el punto de vista del acceso al empleo.
Pero ¿cuál ha de ser el papel de los CEPA en un futuro? ¿Ha de limitarse a la formación de los colectivos que hemos comentado o deben tener otras funciones?
Hasta principios de siglo XX los cambios que afectaban a la humanidad necesitaban de muchos años -cada vez menos-, para cambiar las sociedades y sus costumbres, pero durante el siglo pasado y lo que ha transcurrido del actual el desarrollo de la investigación, la globalización de los conocimientos y la generalización de la tecnología, todo ello en constante progresión, ha hecho que los cambios sean cada vez más rápidos, los entornos en los que convivimos (laboral, social, familiar,..) se van modificando y hemos de ir adaptándonos a ellos.
Preparar a la sociedad, a nuestros ciudadanos, para esos cambios ha de ser uno de los objetivos del sistema educativo. El concepto de “educación para toda la vida” adquiere en este contexto toda su dimensión, pues efectivamente hemos de estar formándonos continuamente para adaptarnos a estos entornos cambiantes.
Y en esta concepción de la Educación la primera opción, no sólo para recuperar alumnos que no han conseguido sus metas cuando “debían”, sino para cualificar en determinadas competencias de carácter básico a aquellos canarios ya adultos, que no las adquirieron en su momento o porque son nuevas competencias, ha de ser la Educación de adultos. Una oferta formativa con acreditación de cualificaciones profesionales concretas ha de complementar la siempre necesaria (aunque espero que cada vez menos porque la mayoría de los alumnos ya la hayan superado) formación básica inicial, así como los títulos de formación obligatoria del sistema educativo.
Ya no se trata de formarse sólo en la infancia y la juventud, sino de disponer de oportunidades formativas a lo largo de la vida, se trata de una educación más integral e integradora, de ofrecer a toda la ciudadanía la suficiente oferta formativa que le permita adquirir las competencias necesarias para afrontar los cambios, para una mejor inserción sociolaboral o para proseguir con estudios superiores.
La Educación de Adultos ha de proporcionar oportunidades para adquirir o actualizar competencias básicas. Aprender a aprender habrá de ser la competencia que, conjuntamente con la oferta formativa, permita que la mayoría de la población adquiera los conocimientos y destrezas necesarias para mejorar sus aptitudes y afrontar con mayores capacidades los retos de la sociedad del futuro y, así, responder a las exigencias de la sociedad del conocimiento. Para ello es imprescindible, al menos, el dominio funcional de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) que permita aprovechar y participar de la red global. Por otra parte, el conocimiento de idiomas es un requisito imprescindible para la comunicación, la movilidad y la libre circulación de todos los ciudadanos. Junto a esa competencia las relacionadas con la emprendeduría también van a desempeñar un importante papel.
Hablábamos antes de una educación que fuese más integral e integradora, más integral porque pretende que las personas desarrollen todas sus potencialidades (a través de la consecución de nuevos conocimientos y la mejora de competencias personales, técnicas y profesionales conseguir el desarrollo de aptitudes, así como la adquisición de valores) y más integradora porque incide especialmente en el ámbito social a través de la participación del adulto en el desarrollo económico y cultural de la sociedad en la que vive. Enganchamos así con la necesidad de incrementar el Capital Humano, que sería el conocimiento acumulado con el que cuenta la suma de nuestros conciudadanos. Evidentemente, a mayor formación de los ciudadanos ese Capital Humano crece y será un valor competitivo para el desarrollo de esa sociedad. Cualquier estudio actual sobre el desarrollo económico concluye en la importancia que el Capital Humano desempeña y, vinculada al mismo, la necesidad de la formación para disponer de las competencias necesarias y como valor competitivo. El empleo lo crea la actividad económica, y a mayor desarrollo económico mayor empleo.
Hay una estrecha relación entre la calidad del sistema educativo y el nivel de competitividad de la economía de una sociedad. A mejor sistema educativo corresponde una economía más competitiva. Tal es así, que los estudios demuestran que no es el desarrollo económico el que produce los elementos propios del estado del bienestar- educación, sanidad y otros- sino que es la vinculación entre educación y progreso económico lo que facilita el crecimiento. El nivel educativo correlaciona positivamente con el crecimiento de la economía a través del capital humano. Los países que han alcanzado los mayores niveles de educación en el siglo XX también obtienen un puesto más destacado en su nivel de desarrollo económico.
Sería deseable poder extrapolar esta situación a lugares como Canarias, que dispone de recursos naturales limitados en proporción a la densidad poblacional del territorio, y poder contar con el “conocimiento acumulado” de los canarios como uno de los recursos que nos posicione entre las sociedades más desarrolladas. De ahí la importancia de la educación para un crecimiento constante y, por el contrario, los efectos negativos de la política económica que descuida la inversión en educación. Sobre todo, la necesidad de realizar las inversiones necesarias en todos los sistemas de formación y educación para mejorar su efectividad y eficiencia en el aumento de la habilidad y competencias de los ciudadanos, lo que les permite anticipar y satisfacer mejor las necesidades cambiantes de los mercados de trabajo.
Y aquí, respondiendo a la pregunta sobre cuál ha de ser la función de los CEPA, la Educación de Adultos adquiere total relevancia. Teniendo en consideración la evolución y los cambios continuos a los que está sometida la sociedad, también cobran igual relevancia las medidas de educación y formación continuas. En este sentido, hay que poner en valor el aprendizaje a lo largo de la vida como un elemento del sistema educativo que asegura la adecuada cualificación del conjunto de la población (Capital Humano) y su adaptación a las cambiantes necesidades del mercado de trabajo, independientemente de la edad que las personas tengan. La educación y la formación deben abarcar toda la extensión de la vida activa de las personas como una contribución imprescindible para colmar sus necesidades laborales, sociales y personales. Desde esta visión, el aprendizaje de las personas adultas es una inversión que no tiene solo una finalidad económica, sino que contribuye al desarrollo personal y de la sociedad.
Los CEPA han de contribuir a esa necesaria cualificación de nuestros ciudadanos, recuperando alumnos, cualificando en competencias clave que son necesarias para la adaptación a una sociedad y un contexto laboral cambiante. La adquisición de las competencias clave son un reto para los canarios del siglo XXI. Si todas son importantes, adquieren en este caso mayor relevancia, como ya se ha expuesto, las relacionadas con el emprendimiento, los idiomas, aprender a aprender y la competencia digital (enfrentarse a la brecha digital). Pero ello se aprende, y ha de hacerse a través de la formación, bien en la inicial (que ha de ampliar sus objetivos para cualificar a nuestros adultos en esas competencias) o la dirigida al empleo.
Disponer de un sistema que no ponga ningún obstáculo a las personas que quieran estudiar se convierte en algo irrenunciable. Pero no basta sólo con eso, hay que complementarlo con políticas proactivas que busquen el apoyo para que cada alumno pueda alcanzar las mayores cotas que sus capacidades le permitan con el apoyo necesario. El principio de inclusividad adquiere así especial significado. No basta sólo con poner los medios, sino que estos tienen que ser proactivos en la prevención, detección, intervención y seguimiento de los problemas que pueda tener el alumnado para que puedan desarrollar todas sus potencialidades. Los CEPA se configuran así como la primera vía para todos aquellos adultos que no disponen de titulación alguna y desean la adquisición de cualificaciones profesionales (complementariamente con los centros que imparten FP o Idiomas) que puedan ser acreditadas.
Los CEPA, por sus características de trabajo con adultos y su orientación a la formación mínima que han de disponer los ciudadanos que vivan en Canarias, también han de colaborar en la inclusión de aquellos grupos minoritarios sociales, como los inmigrantes.
Los CEPA también deben de incluir la posibilidad de incorporar educación no formal. Los conocimientos adquiridos a través de sistemas que imparten educación no reglada son tan relevantes como los reglados si suponen al final la adquisición de competencias necesarias para el desarrollo de muchos trabajos.
Los CEPA por su forma de operar ponen a disposición del sistema educativo, desde mi punto de vista, una serie de características ventajosas. Los CEPA no son esos centros en los que parece que el profesorado opta a un destino “dorado”, en contraposición con otras etapas, por la voluntariedad y no obligatoriedad de la presencia del alumnado. Todo lo contrario, este mismo hecho supone un proceso de búsqueda y captación del alumnado, de conocimiento del entorno donde se ubica el centro para conocer las demandas y características de los alumnos y poder configurar la mejor oferta formativa, de “trabajo social” para conseguir el suficiente número de alumnos para cada enseñanza, de empatía y buenas prácticas curriculares y metodológicas para conseguir la continuidad de los alumnos y poner en valor a la EDUCACION en contextos sociales donde muchas veces no ha tenido (ni tiene) la importancia principal para el desarrollo de la persona y la sociedad.
Unido a ello, se ha de dar un fuerte apoyo al valor de la educación como factor principal para el progreso personal, social y económico y el crecimiento cohesionado de la sociedad y a los docentes en el reconocimiento de la importancia capital de su labor y en la mejora de los procesos de selección y formación inicial y desarrollo profesional permanente.
Aprovechar estas ventajas competitivas de los CEPA para conseguir incrementar el valor del Capital Humano de los canarios se me antoja fundamental para disponer de una Canarias más formada, preparada y con un importante valor competitivo con respecto a otros territorios. Esta ventaja surge de un perfil de profesorado, que ha de tenerse en cuenta para su selección futura, preocupado por complementar la formación de los vecinos de sus centros, fundamentalmente aquellos que no tuvieron la posibilidad de obtener un título mínimo y conseguir su mejor integración. En este profesorado, del cual he tenido la oportunidad de conocer a muchos, siempre me ha sorprendido su humanidad, su cercanía y su deseo de empujar hacia arriba a sus alumnos implicándose muchas veces más allá del ámbito profesional que requieren sus tareas.
Quiero agradecer al equipo directivo del CEPA San Cristóbal la posibilidad de colaborar en este primer número de la revista Malatinta y le deseo toda la suerte en su empeño por el impulso y la mejora de la Educación de Adultos.
Juan Manuel Santana Pérez es actualmente Viceconsejero de Relaciones con el Parlamento. Ha desempeñado diferentes cargos en el Gobierno de Canarias, especialmente en la Consejería de Educación, entre otros el de Viceconsejero de la misma.