Entrevista
Isadora Duncan-Dhu
Cuando era una niña en mi pueblo vivía un señor que había perdido el tino de tanto estudiar, eso me decían literalmente mis mayores. A mí me parecía imposible que algo así pudiera pasar, porque consideraba que el estudio, al contrario, no te volvía loco, te ayudaba a no volverte. Con el devenir de los años, en la universidad llegué a la conclusión de que esta idea errónea venía de atrás, del siglo XVII, no olvidemos que a Don Quijote se le secó el seso del poco dormir y del mucho leer.
Después, como viajera amante de la buena conversación he podido corroborar que mi intuición infantil era cierta; estudiar puede ser una tabla de salvación para la estabilidad emocional y la cordura. Una vez, viajando por el Alentejo portugués, coincidí con una joven cuya experiencia vital me ha ayudado a reafirmarme en esta idea. Voy a ocultar su nombre bajo las iniciales CJ, por preservar su intimidad, no porque ella esté avergonzada del pasado, ya que cometió un error y ha cumplido su condena, sino porque en aquel momento su deseo fue el de liberarse de un pasado superado a través del relato (valiente) de su experiencia. Yo simplemente transcribo ahora aquí, aprovechando la oportunidad que Malatinta me ofrece aquella charla, dándole formato de entrevista con la única y sana intención de que otras personas no caigan en el mismo error y valoren el maravilloso tesoro que supone el aprendizaje.
-¿Cuál fue el motivo inicial que te llevó a caer en la tentación de transportar estupefacientes?
-Me sentía responsable de la economía familiar, mis padres me acusaron de haber roto, mientras limpiaba la lavadora y la nevera, porque al rodarlos y volverlos a colocar, no volvieron a funcionar más y por eso sentí que debía conseguir dinero para arreglar el desaguisado.
-¿Tú sales a la calle con la idea de que debes reponer los electrodomésticos y lo siguiente que se te ocurre, qué es?
-Se lo comento a mi pareja y él me propone servir de mula.
-¿No te dio miedo la propuesta?
-Me sentí tentada, porque me ofrecieron mucho dinero y yo no había soñado jamás con la posibilidad de ver tanto dinero junto, además cuando eres joven te sientes invencible, como si nada fuera capaz de alcanzarte.
–¿Inicias el viaje con qué sensaciones?
No tenía mucho miedo, iba atrevida, no llevaba nada, solo iba a recoger la droga para después dirigirme a Holanda con ella. Me atenazaba la incertidumbre de cómo sería Brasil, ya que era un país desconocido para mí, pero nada más llegar al lugar; todo me pareció fácil. Lo malo fue que allí me dio un cólico nefrítico y tuve que ir al hospital. Cuando salí, apenas recuperada, contacté con las personas con las que tenía el negocio y estas me llevaron a un lugar inhóspito en la selva, no sabía qué iba a ser de mí, pero al final todo resultó bien; me dieron la droga en una maleta preparada con un doble fondo y me marché rumbo a Holanda, con escala en París. En la ciudad de las luces me quedé, pues la policía había revisado mi equipaje y encontrado la droga.
Estuve una semana en el calabozo comiendo bocadillos de pan con pepino y salsa de yogur, que es lo único que daban. Durante esa semana sufrí varios interrogatorios hasta que por fin pude ver al juez y me trasladaron a prisión preventiva.
¿Y cómo se te ocurrió la idea de querer estudiar?
No se me ocurrió, me lo sugirieron unas religiosas que me aconsejaron que tuviera la mente ocupada en algo que fuera positivo. Yo estaba bloqueada, lo primero que pensé fue en comunicárselo a mi madre; intenté escribir la carta en la que se lo decía una y otra vez, pero las lágrimas empapaban el papel y me lo impedían.
¿Cuándo empezaste a estudiar?
Pedí permiso al juez para estudiar y después de tres meses de espera, en los que sufría, porque la cabeza me iba a estallar de puro agobio, me lo concedieron. En la espera del permiso lloraba. Rogaba porque me llevaran un libro para mantener la mente ocupada. Jamás hubiera podido creer que alguna vez en mi vida fuera a llorar, por no poder estudiar o leer. Finalmente pude empezar a leer y mi mente consiguió viajar libre a los lugares sombríos que evocaba Stephen King.
¿Qué empezaste a estudiar?
Estudié francés con la Alianza francesa y obtuve El Primer Grado de este idioma, además aprendí informática, dactilografía, costura y artesanía del cuero.
¿Puedes extraer algo positivo de la experiencia?
Que como dijo Abraham Lincoln: “el futuro no se predice, se crea y está en tus manos cambiarlo”. De un mal comienzo, surge el progreso que te lleva a un destino hermoso, si eres capaz de tener la voluntad de mejorar y en eso el estudio es fundamental.