Manuel Ortiz Cruz
Charlando hace poco con un par de compañeros acerca de cuáles creíamos que podrían ser las cualidades específicas a valorar (habrán notado ya cómo he sorteado hablar de competencias…) a la hora de desenvolverse en esto de la educación de personas adultas, llegábamos a la conclusión de que lo de la hiperespecialización no sólo no garantiza nada, sino que se convierte casi en cualidad desaconsejable y de la que guardarse un poco.
Probablemente tenga que ver con ello el perfil tan variopinto de los usuarios que acceden a esta enseñanza en cuanto a edades, intereses, situaciones personales, etc. Si ya en un CEIP hay especialistas de la Etapa de Infantil sólo para atender a alumnado de una franja de tres años de edad, imaginemos aquí aplicar un criterio parecido… Y es que ante esta heterogeneidad de los usuarios de los CEPA, (algunos la vemos más como riqueza y oportunidad que como dificultad), lo de esa especialización, galopante y hasta inacabable de las plantillas de los centros, aquí es algo que parece de poca ayuda más allá de lo imprescindible.
Por extensión, en esa charla también coincidíamos en que no resulta tan valioso como algun@s quieren creer el llevar muchos años en esta enseñanza o puesto singular. Las ventajas de conocer la etapa se desvanecen con la sucesión de currículos cambiantes, pero especialmente con lo cambiante de los perfiles de usuarios y las demandas y necesidades que traen consigo, muchas de ellas acuciantes: los referentes caducan cada vez a mayor velocidad cuando. Ese adagio que probablemente muchos hemos escuchado últimamente que dice que estamos preparando jóvenes para trabajos que en un 70 % aún no se han inventado…pues en la educación de adultos probablemente esa inestabilidad se percibe (y se sufre) en carnes y desempleo propios, en falta de adaptación y en necesidades formativas para las que el sistema las más de las veces no da respuesta si no es rascándose el bolsillo buscando en la oferta privada de formación (ver artículo de Simon Broek en esta misma publicación).
Y ante estas premisas, ¿qué puede ser de ayuda en tiempos y circunstancias tan cambiantes como las ya citadas antes y con el añadido de otras de orden interno a las que algunos nos hemos visto sometidos, como el proceso de readscripción, etc? Porque parece, a tenor de la realidad de nuestros CEPA, que el requisito que da acceso a estos puestos (el curso de Moodle o como queramos llamarlo) no deja de ser eso, un requisito, pero no desde luego bagaje al que recurrir (los maestros que impartimos en FBI desde luego no lo utilizamos todos los jueves… yo diría que ni siquiera jueves alternos…)
Probablemente, y por pura deducción lógica, uno pensaría que se hacen imprescindibles cualidades como la flexibilidad y la adaptabilidad.
Puestos a pensar en esas cualidades y en quien puede encarnarlas en un entorno cercano, sin duda algunos pensaríamos en el compañero Ricardo Martín, que ahora se nos despide. Su trayectoria le ha llevado a tener que recurrir a la adaptación, al aprendizaje cuasi permanente, a la búsqueda de recursos y estrategias por mor de una recorrido profesional rico y variado: interino, sustituto en diversos centros, niveles y circunstancias, experiencia previa en la privada y sus especificidades, luego en la Escuela-Hogar, Servicios centrales, en Consejerías distintas de la de esta casa, y Enseñanza de Adultos, con el paso por puestos directivos incluidos y no siempre en circunstancias de viento en popa y bonanza. La amplitud de perspectiva, el criterio y la capacidad de adaptación son el resultado de la variedad de rango y campo recorrido y en el caso de Carín de eso no falta. ¿Que nos dejan a los maestros impartir la FBPI? Se imparte. ¿Que no? Pues a FBI. ¿Que permiten impartir Preparación de Pruebas? Pues a ello. ¿Que no? Pues sólo FBI y como siempre a intentar mejorar, innovar. ¿Que surge la posibilidad de trabajar con l@s compañer@s? Pues nos embarcamos en proyectos, actividades,… Eso que en petit comité llamábamos ´surfear´,´seguir en la ola´.
Y en cualquiera de esas circunstancias sin un mínimo de dejación o falta de compromiso porque me hayan cambiado las cartas a jugar, hasta el último día y el último minuto: esta revista digital sería impensable sin su colaboración.
A esa actitud ayuda no sólo la trayectoria variada, sino también ser, por vocación un hombre polifacético más allá de la docencia: ilusionista, locutor, radioaficionado, miembro activo de la red de seguridad y emergencias insular, etc.
¿El nuevo hombre del renacimiento redivivo? No sólo. Más de una vez y más de uno/a habrá tropezado con esa cáscara de supuestas malas pulgas que duraba lo justo, el tiempo de echarse el buche de café negro retinto, para dejar aflorar la disposición a hacer y colaborar más allá de lo que le corresponde: acogida a profes recién llegados, especialmente si vienen de ´pa fuera´, investigador incansable hasta dar con el dato que permita expedir ese certificado que pide ese pibe que se mandó a mudar a Lanzarote y ahora lo necesita, responsable de arreglos varios (¿quién entenderá ahora la fotocopiadora?), ponente en sesiones de formación de compañeros, etc.
Y por encima de todo, humanismo, bonhomía, disposición a facilitarte la vida bajo la apariencia, las expresiones y las formas de alguien que parece traído de un tiempo anterior, de los antiguos y sus tradiciones de las que tanto sabe, tanto admira y tanto hemos aprendido algunos con él y sus amigos. Bajo la piel de un hombre de antes, un maestro 2.0.
Como diría él mismo Este golpe ya está dado, el golpe de una carrera que da para mirarse en ella y quedarse con mucho si andamos buscando esos referentes de los que hablábamos al principio. Parafraseando a Juan Yanes, ese maestro que acabó dando clase a otros maestros, en un artículo de la revista Oroval cabría hablar en este caso de competencias clásicas que debería reunir un maestro y que en el caso de ´el hijo de Gloria la del Barrio la Salud´ se reúnen en gran medida.
Los que nos quedamos intentaremos seguir ´surfeando´ contando con su presencia, a partir de ahora puntual. Y ahora, ñoños al aire y a escupir a la calle…
Manuel Ortiz Cruz es en la actualidad director del CEPA San Cristóbal. Ricardo Martín ha sido su compañero durante los últimos ocho años y durante tres de ellos Secretario en su Equipo.